Para ti quien cuida un anciano.

Tal vez sea por herencia, tal vez lo consideres “obligación”,
quizás no tengas opción o…
tengas la convicción de que es tu misión;
cuidar de un anciano con tan graves necesidades
representa una oportunidad:
la oportunidad.


Cuando te acerques a tu anciano
sé esponja, sé viento, sé luz, sé corazón,
sé terreno, sé abono
para que captes, para que despejes,
para que ilumines… para que ames,
para que crezcas, para que ayudes a llegar,
cuando te acerques a tu ancianito,
colócate en cuclillas, toma su mano entre las tuyas,
acarícialas como tomando de ellas su amor por la vida,
como pasando tu amor por él y por su vida,
nivela tu faz con la suya,
tu sentir con el suyo…


Cuando te acerques a tu anciano
mírale directo a sus ojos, observa su alma,
contempla sus experiencias,
aloja sus lágrimas y da la bienvenida a su dolor;
no te preocupes si te quedas sin energía,
con su sonrisa él te cargará plenamente…

Pero amigo, un momento, no todo tiene este color
ni tampoco esto es de la misma forma y constante;
ten por seguro que habrá días de impaciencia,
otros de supremo cansancio,
noches de entera vigilia
y momentos de absoluta desesperanza;
cuando esos instantes lleguen a su convivencia
tan sólo recuerda que eres la herramienta Divina
que brindará sonrisa a sus limitantes y calor a su soledad,
que de entre flaqueza encontrarás el tesoro de serle útil,
y a su cansancio le darás confort,
de tu vigilia harás su compañía…
al acercarte al anciano a quien cuides
comprende funciones:
él un maestro silente,
tú un alumno fértil y gentil
él cuyo cuerpo ayuda requiere,
tú oasis a su sed.
Nunca amigo, nunca supongas
que al atenderle cielos o gloria habrás de recibir,
o que a un dios harás feliz;
comprende que en este mundo tan sólo existimos
quienes proveemos y quienes recibimos
y un día tu eres proveedor y otro deberás saber recibir;

sirve a Dios amigo, pero sirve al dios representado
en ese anciano gruñón y obstinado
quien frente a ti con una mueca de aparente disgusto
implora por recibir tu luz, pues Dios no está arriba,
sino en ese ser humano en esa silla de ruedas
o inmóvil en esa cama indiferente.


Si tú amigo tienes la oportunidad de servir a un anciano
comprende que las “coincidencias” no son tales
y si “algo” te trajo a este instante,
seguramente será para tu crecimiento. Aprovéchalo
aprovéchalo y adquiere de esa oportunidad,
el estigma que un día hará de ti
también un gigante.