La población más longeva del mundo se encuentra en una isla de Japón: Okinawa. El interés científico para determinar los elementos que aumentan la longevidad de aquellas personas es cada vez más.
¿Será su estilo de vida relajado o su carga genética? Tal vez sea lo que comen. Los ancianos actuales de aquella isla vivieron con muchas limitaciones económicas y ambientales en su juventud pero después de la década de los 60s el abasto de alimentos fue mayor. Sin embargo los japoneses de Okinawa tienen un 6% más de sobrevida que otros japoneses y un 20% más de sobrevida en comparación con los norteamericanos.
Los ancianos de Okinawa consumen una dieta basada en una pequeña restricción calórica (nunca comen “a llenar”, sino que dejan siempre “un huequito”) y que es rica en alimentos con propiedades similares a los efectos de la restricción calórica tales como el camote (batata, sweet potato) y alimentos marinos ricos en carotenoides, flavonoides de la soya y cúrcuma. Otros elementos en su dieta son melón amargo, gengibre, chile y artemisa. Recordemos que la restricción calórica es cuando ingerimos entre un 10 y 30% menos de nuestras necesidades calóricas, lo cual activa genes de longevidad y mejora el metabolismo, previniendo enfermedades crónicas y degenerativas.
Al parecer es con esta dieta que se activa la vía la IGF-1 (factor de crecimiento parecido a la insulina), vía en donde se encuentra el gen FOXO3, gen que participa en la regulación de otros genes que controlan el estrés biológico y que gracias a esta regulación se pudiera modular la longevidad y estado de salud de las personas.
La dieta rica en productos del mar de la gente de Okinawa consiste básicamente en varios tipos de algas marinas que son de baja densidad calórica, ricas en proteínas y muy ricas en carotenoides, folatos, magnesio, hierro, calcio, yodo y otras sustancias que tienen gran actividad parecida a la restricción calórica.
No necesitas vivir junto al mar ni aprender japonés ni mucho menos vivir tiempos difíciles alrededor de una guerra mundial. Lo cierto es que la gente de Okinawa ha sobrevivido muy bien a pesar de sus adversidades y que una dieta frugal, sin excesos, pueda ser un buen comienzo para vivir más saludable y por más tiempo.