Por la Dra. María de Lourdes Ramírez Echeverría, Médico Geriatra

La deshidratación se puede definir en términos generales como un desequilibrio entre la ingesta y la pérdida de agua corporal total. Afecta a 3 de cada 10 adultos mayores y una vez que se presenta, aumenta la mortalidad y la posibilidad de que el paciente tenga algún tipo de discapacidad.

Los beneficios de una hidratación adecuada son múltiples y a veces no dimensionamos lo importante que es para nuestro organismo, ya que es un medio de transporte para los nutrientes, también para asegurar que se eliminen los desechos, además de que participa en la regulación de la temperatura y en la estructura de todos nuestros tejidos.

¿Qué factores aumentan el riesgo de deshidratación en el adulto mayor?

Hay cambios que existen por el envejecimiento normal que aumentan el riesgo para desarrollar deshidratación, en general son tres importantes incluyendo el nivel de la composición corporal, de los mecanismos que generan la sed y del sistema de renal, los cuales se explican de la siguiente manera:

  1. Para empezar, la composición del cuerpo se modifica; en los adultos y en los jóvenes existe una mayor reserva de agua asociada a un mayor porcentaje de músculo (hasta el 70%); sin embargo, conforme envejecemos se va perdiendo progresivamente la masa muscular y esta se remplaza por grasa que tiene un pobre contenido de agua (10-40%). Todavía mayor en mujeres porque el porcentaje de grasa es superior que en los hombres.
  2. Disminución del mecanismo de la sed, ya que requiere que aumente a niveles mucho mayores la cantidad de sal en el organismo para poder estimular la toma de agua.
  3. Deterioro a nivel de los riñones que no permite que se retenga suficiente agua y sal, la filtración se disminuye por la edad y las hormonas que permiten que no se orine tan frecuentemente también no se secretan como en adultos jóvenes. La hormona antidiurética normalmente tiene un pico durante la noche, lo que permite no pararnos a orinar, sin embargo esto se pierde con el envejecimiento y la necesidad de orinar a mitad de la noche se hace cada vez más frecuente.

Una vez que sabemos que el anciano tiene alterados los mecanismos para poder asegurar una hidratación adecuada, también hay otras condiciones que aumentan mucho el riesgo de que desarrolle deshidratación:

  1. Los primeros están asociados a cuestiones que no se pueden modificar, cómo la edad (sobre todo en mayores de 80 años), ser mujer (por la disminución del porcentaje de agua corporal), haber tenido un cuadro de deshidratación que haya necesitado ingreso hospitalario, un clima cálido o muy frío.
  2. Los asociados a enfermedades, como tener varias enfermedades al mismo tiempo (4 o más), utilizar múltiples fármacos, pero sobre todo diuréticos, enfermedades neurológicas que limiten el movimiento, que produzcan temblor e incapacidad para poder tomar agua, o para poder pasar el agua, demencias como la Enfermedad de Alzheimer o deterioro cognitivo y quejas de memoria.
  3. Cuestiones sociales o del ambiente donde vive la persona, como pacientes en sillas de ruedas, en asilos o instituciones de cuidado dónde el acceso a los líquidos depende de alguien más.
  4. Condiciones que iniciaron en poco tiempo como hemorragias, infecciones sobre todo a nivel respiratorio o de orina, fiebre, vómito o diarrea
  5. Una muy frecuente que es la incontinencia urinaria, que produce muchas veces que se limiten los vasos de agua que toma por temor a orinar frecuentemente o a tener perdidas imprevistas.

¿Cómo nos podemos dar cuenta que nuestro familiar está deshidratado y qué riesgos existen?

Los síntomas pueden ser más sutiles y diferentes a lo que podríamos esperar en un adulto joven, es decir, existe cefalea, mareo al levantarse, boca seca, palidez, orina muy concentrada, labios agrietados y a medida que se va haciendo más grave, incluso puede haber disminución de la presión arterial, taquicardia con palpitaciones y alteración de la consciencia con confusión (ver cuadro 83.2).

Es difícil poder observar hundimiento del tejido que rodea los ojos porque muchos adultos mayores ya tienen este cambio asociado al envejecimiento, se puede intentar pellizcar un poco la piel del esternón (el hueso que está a mitad del pecho, justo debajo del cuello) o de la frente, y ver cuánto tiempo tarda en volver a tomar su posición original, si tarda más de dos segundos es un dato de deshidratación.

Si un paciente está deshidratado, puede tener un impacto mayor en su calidad de vida, ya que se asocia a muchos problemas crónicos en salud como caídas, fracturas, confusión, golpe de calor, estreñimiento, infecciones urinarias, piedras en los riñones, falla en los riñones, intoxicación por medicamentos y una pobre cicatrización de heridas.

Cuadro tomado de Abizanda Soler,P & Rodriguez Mañas, L. (2020) Tratado de Medicina Geriátrica: Fundamentos de la atención sanitaria a los mayores

¿Qué es lo más importante del tratamiento?

Lo más importante es prevenir (ver cuadro 83.3 más abajo), intentar ofrecer líquidos de forma constante, en caldos, en frutas jugosas, en comidas caldosas, gelatinas, paletas de hielo. A este respecto, cabe mencionar que

«7 de cada 10 adultos mayores consume líquidos diferentes al agua pura, como agua de sabor, té, café, leche, refrescos y algunos alcohol. No es algo socialmente común, y aunque la recomendación de la Sociedad Española de Geriatría es consumir 1.6 litros mujeres y 2.0 litros en hombres, esta meta rara vez se cumple»

Además de ofrecer líquidos constantemente, también funciona:

  1. Individualizar el caso, orientarse con su geriatra de confianza para saber cuál es el requerimiento de líquidos del paciente, si podemos mejorar algo de los fármacos o qué meta debe tener de glucosa para limitar menos la ingesta de azúcar y sal y que pueda mejorar su alimentación.
  2. Las jarras en color rojo en residencias o incluso en casa pueden hacerla más vistosa y recordar la necesidad de tomar agua. Un estudio en Estados Unidos hizo esta modificación en el hospital con un programa de educación a los familiares y al personal de salud, reduciendo la vía intravenosa para rehidratación de un 65% a un 25%.
  3. Llevarlos frecuentemente al baño o hacer aseos periódicos en los mayores en instituciones para que puedan sentirse más seguros de solicitar líquidos.
  4. Una vez que se sospecha o se identifica la deshidratación, el médico debe de realizar una evaluación de la posible causa, del tiempo que tardó para instaurarse y de si la pérdida además de agua también involucra sodio para poder dar un tratamiento adecuado.
  5. El tratamiento varía de acuerdo con la causa, para reponer el líquido perdido puede ser por vía oral, vía intravenosa o incluso vía subcutánea. Si el paciente ya tiene algún dato de pérdida de consciencia, se debe de solicitar inmediatamente valoración médica hospitalaria para poder otorgarle un adecuado plan de cuidados.
Cuadro tomado de Abizanda Soler,P & Rodriguez Mañas, L. (2020) Tratado de Medicina Geriátrica: Fundamentos de la atención sanitaria a los mayores

REFERENCIAS

Abizanda Soler, P & Rodriguez Mañas, L. (2020) Deshidratación en el adulto mayor. En: Tratado de Medicina Geriátrica: Fundamentos de la atención sanitaria a los mayores (pp 808-817). 2da. Edición. España: Elsevier.

Miller H. J. (2015). Dehydration in the Older Adult. Journal of gerontological nursing41(9), 8–13. https://doi.org/10.3928/00989134-20150814-02