El 21 de septiembre se conmemora el día mundial del Alzheimer. En este sentido, se reflexiona sobre el impacto social que tiene esta enfermedad y que repercute significativamente en el paciente, la familia, la sociedad y en los sistemas de salud. De tal manera, que el abordaje de esta problemática debe ser enfocado desde un enfoque integral y con perspectiva biopsicosocial.

La familia representa un rol importante en el abordaje del enfermo, ya que son los que suelen dedicarse al cuidado asistencial, ser los responsables de pagar los servicios médicos y procurar que la calidad de vida de su familiar sea la mejor posible. Por otra parte, muchas familias no cuentan con los recursos socioeconómicos suficientes para afrontar este fenómeno que en sí, también puede llegar a ocasionar impacto negativo en la salud mental del cuidador y la dinámica familiar.

El trabajo social en salud juega un rol de suma importancia para la prevención y atención social de las familias que experimentan este padecimiento. Ya que desde la intervención individual con enfoque centrado en la persona y la familiar, se puede realizar la primera entrevista para conocer e identificar algunos síntomas que experimentan los propios familiares como consecuencia del cuidado exhaustivo del paciente. Dicho lo anterior, es de vital importancia que el Trabajador Social ofrezca la información necesaria y la orientación emocional que conlleve a promover la visita de los afectados a los servicios de sociosanitarios especializados para la atención integral del paciente y la familia.

De igual forma, hay que considerar que cuando un familiar accede a entrevistarse con el trabajador social con fines de solicitar orientación, es por qué requiere orientación sobre la explicación del por qué se producen comportamientos agresivos que socialmente son incorrectos para el entorno del paciente y la familia.

En las comunidades rurales es quizá una situación considerable, que las personas mayores no reciban atención especializada ante las quejas subjetivas de memoria y alteraciones de índole psicoafectivo. Esto se debe, a la falta de servicios sanitarios y enfocados a las personas de esta edad. De tal manera, que padecimientos como la depresión y el Alzheimer se empiecen a ser notorios y exista el desconocimiento por parte de los familiares, asociándolo muchas veces a que es normal ese tipo de conductas en la gente ya mayor.

El trabajador social propone e implementa estrategias individuales y grupales para mejorar la calidad de vida del paciente y la familia.

Dicho lo anterior, el trabajo social debe centrar sus esfuerzos en conocer, identificar, proponer e implementar estrategias individuales y grupales para prevenir el impacto de los síntomas del Alzheimer de manera prematura. Para ello, es importante que las intervenciones que se pretendan ejecutar, sean con apego ético y con la sensibilidad necesaria que permita la confianza del paciente y la familia. Dichas intervenciones, siempre deben ser en conjunto con un equipo especializado para la atención de esta enfermedad y promoviendo siempre la promoción y la educación en salud.

El Alzheimer es responsabilidad de las políticas sociales en materia de salud pública, la familia, y en sí, es una responsabilidad de todos.