El dolor es algo que se desea evitar, que no queremos sentir. ¿Tiene una función? ¿puede tratarse? ¿qué medicamentos nos ayudan a aliviarlo?

Presenta el Dr. Juan Pablo Ledesma Heyer, Médico Internista y Geriatra. Para tratar este tema tenemos como invitado especial al Dr. Alfonso Sandoval, Médico Anestesiólogo, Especialista en Algología (Clínica del Dolor) y Médico Paliativista. Imagen de Gerd Altmann.

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Índice

¿Para qué sirve el dolor?

El dolor es esa sensación desagradable que se produce por un daño en nuestro cuerpo que puede ser activo, como una fractura, una caries, una herida o un desgaste articular.

Sin embargo, también puede sentirse por un daño no activo, por ejemplo, las personas que padecieron herpes zoster pueden continuar con la sensación de dolor aún tiempo después de que desaparecen las lesiones propias de esta enfermedad.

El dolor es un mecanismo de defensa del organismo que nos advierte que algo está mal en nuestro cuerpo. Por ejemplo, cuando tocamos un objeto muy caliente el dolor hace que nos alejemos rápidamente de aquello que nos está quemando, o cuando tenemos apendicitis, el dolor abdominal repentino generalmente es el que delata dicha inflamación, que de no tratarse a tiempo puede traer consecuencias graves.

Por lo general, en el momento que se atiende la causa del dolor, éste comienza a disminuir o desaparece en poco tiempo. No obstante, cuando el dolor se vuelve una condición crónica, deja de ser benéfico y puede afectar de manera importante la salud física y emocional de las personas.

«Todo dolor puede ser tratado»

Independientemente de la enfermedad o problema de salud que tengamos, no tenemos por qué acostumbrarnos a vivir con dolor. Actualmente se cuenta con una variedad de medicamentos y terapias alternativas que ayudan al alivio de esta sensación.

¿Cómo se evalúa el dolor para dar un tratamiento específico?

La sensación de dolor es bastante subjetiva, hay personas que tienen un alto umbral de dolor, es decir, necesitan de un estímulo bastante fuerte para sentir dolor, pero también las hay con bajo umbral, personas que con poca estimulación pueden sentir la sensación de dolor.

Existen métodos para hacer una clasificación o medición del dolor, por ejemplo, el médico puede indicarle a la persona que de una calificación del 0 al 10 al dolor que presenta, en el cual 0 significa la ausencia de dolor y 10 el dolor más intenso que ha sentido. Al mismo tiempo, según su intensidad, se puede clasificar como leve, moderado o severo.

Otras cuestiones que debe evaluar el médico es el tiempo que tiene la persona presentando dicho dolor y qué tipo de dolor es: ¿Punza? ¿Pica? ¿Quema? ¿Es un dolor muscular? etc.

Además de la causa del dolor y su ubicación, todos los factores antes mencionados se toman en cuenta para que el médico dé un tratamiento específico

¿Qué medicamentos se utilizan para aliviar el dolor?

Reciben el nombre de analgésicos aquellos medicamentos que se utilizan para disminuir o aliviar el dolor. Por lo general, cuando se trata de dolores leves, un tipo de medicamentos llamados Antiinflamatorios No Esteroideos (AINEs) son suficientes para tratarlos. Estos incluyen al ketorolaco, el naproxeno, el paracetamol, el ibuprofeno, el diclofenaco, entre otros.

Si bien se trata de medicamentos bastante conocidos, es importante nunca automedicarse.

Los AINEs no deben utilizarse por más de 2 semanas y pueden producir diversos daños en nuestro cuerpo si no se siguen las recomendaciones de nuestro médico: lesiones en la mucosa del estómago que pueden provocar gastritis o úlceras; daños a los riñones, entre otros.

Cuando se trata de dolores moderados o severos, generalmente se recetan Analgésicos Opioides, como son la morfina, el tramadol, la metadona, entre otros. Existe la creencia de que estos medicamentos, al ser derivados del opio o similares a él, causan adicción. Sin embargo, en dosis bien controladas no existe este riesgo. Los analgésicos opioides, al igual que los AINEs, nunca deben ser automedicados, y pueden provocar efectos secundarios como estreñimiento, náusea, vómito, mareo y somnolencia, entre otros.

Es importante que también se consideren otras alternativas para el control del dolor, además del uso de analgésicos, sobre todo cuando se trata de un dolor crónico. Por ejemplo, en personas con una lesión muscular o de articulación, la terapia de rehabilitación puede contribuir de manera importante al control del dolor.

¿Cómo afecta la vida de las personas el dolor crónico?

Cuando el dolor se vuelve crónico puede afectar de manera importante la calidad de vida de la persona: pueden haber cambios en su estado de ánimo (angustia, ansiedad, tristeza), del sueño y del apetito.

«Más del 50% de los pacientes mayores de 65 años presentan algún tipo de dolor.»

Dependiendo del tipo y de la intensidad del dolor es el medicamento que se va a recetar. No se tiene por qué recetar paracetamol en un inicio si se trata de un dolor muy intenso, se puede empezar directamente con un opioide, como la morfina. Sin embargo, si el dolor del paciente empieza a disminuir con el tiempo, sí se pueden usar analgésicos más leves.

Cuando no se logra controlar adecuadamente el dolor, existe la opción del llamado bloqueo terapéutico: se va directo al lugar lesionado para administrar medicamentos que ayuden a sanar el dolor a través de los nervios que llevan la sensación dolorosa en dichas zonas.

Otros medicamentos, no necesariamente analgésicos como los AINEs u opioides, pueden reducir también algunos tipos de dolor en los nervios, como los antidepresivos y los anticonvulsivos

Conclusión

Las alternativas para el control del dolor actuales son muchas. Lo importante es acudir con un profesional que nos valore de manera adecuada y pueda prescribirnos el medicamento que más crea conveniente para nuestro tipo e intensidad de dolor. NUNCA AUTOMEDICARNOS.

Ninguna persona tiene por qué aceptar vivir con dolor. En ocasiones se piensa que las personas de la tercera edad, al desarrollar diversas dolencias o enfermedades con la edad, deben acostumbrarse a vivir con dolor. Esto es falso, y de aceptarse, se puede producir un daño en la salud emocional y física de la persona que merme de manera importante su calidad de vida.

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