Una vejez exitosa depende en gran parte de la capacidad de superar las pérdidas u otros eventos adversos. En la vejez nos hacemos más conscientes de la finitud de la vida, de que tiene que acabarse un día, y es común presenciar la pérdida de muchas personas conocidas o seres queridos en un periodo corto de tiempo.

Estas pérdidas (en particular las que son cercanas) pueden hacer que decaiga nuestro ánimo, nos aislemos e incluso que caigamos en depresión. ¿Cómo se pueden afrontar estas pérdidas? ¿Qué actitud o acciones nos pueden ayudar a superarlas?

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Presenta el Dr. Juan Pablo Ledesma Heyer, Médico Internista y Geriatra. Para contestar estas preguntas tenemos a nuestra invitada especial, la Dra. Ana Elena Macías Amezcua, Médico encargada del Área Gerontológica del INAPAM y también profesora de Gerontología en la Universidad de Guadalajara. Imagen de S. Hermann & F. Richter.

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¿De qué depende que una pérdida sea bien o mal llevada?

La resiliencia es la capacidad de adaptarse y afrontar los eventos adversos que nos toca vivir. Es normal que durante la vida pasemos por algún tipo de sufrimiento ya sea por hechos que implican una pérdida (la muerte de un ser cercano, un divorcio, separarnos de nuestros hijos, etc.) u otras situaciones difíciles, por ejemplo, la pandemia de COVID que se vive actualmente y que obliga a los adultos mayores a estar en aislamiento.

Si bien, estos eventos pueden ocurrir a cualquier edad, en la tercera edad puede ser más difícil afrontarlos ya que es común que personas cercanas (amigos, hermanos, padres e incluso hijos) pierdan la vida. Estas pérdidas hacen que nos percatemos aún más de nuestra finitud y la finitud de otros.

Saber llevar una pérdida depende de qué tanto nos podemos reponer y adaptarnos a estas situaciones.

Una acción que ayuda a superarlas es trabajar con los sentimientos de culpa por aquello que hicimos o dejamos de hacer.

Por lo general la culpa se trabaja junto con el perdón para sanar nuestro interior. Puede tratarse de que perdonemos a alguien que nos causó algún daño o que nos perdonemos a nosotros mismos.

Parte de ser resilientes es entender también que todos pasamos por problemas en la vida y que el sufrimiento nos puede hacer crecer o cambiar para bien.

¿Qué acciones nos pueden hacer personas más resilientes?

La preparación empieza por concientizar nuestra finitud y cómo nos podemos preparar para ello. Reconocer que podemos mejorar las relaciones con nuestra familia y sanarlas de ser necesario. No esperar que las cosas sucedan o se arreglen de manera repentina ya que pueden aparecer sentimientos de culpa que dan lugar a duelos patológicos.

Otras acciones o actitudes que nos ayudan a ser más resilientes son:

  • Tener capacidad de introspección, de analizarnos a nosotros mismos. Por ejemplo, en el caso de la crisis de salud actual, reflexionar en cómo nos está limitando la pandemia y cómo nos podemos adaptar y manejar la comunicación con la familia o amistades.
  • La intimidad. Es importante que ante pérdidas o situaciones adversas busquemos estar en contacto estrecho con una persona que nos es cercana, significativa.
  • No dejar de lado la espiritualidad, la comunicación con Dios que nos provee de sentimientos de tranquilidad, esperanza y trascendencia.
  • No perder el sentido del humor. Esa capacidad de reírnos de nosotros mismos, de dar vuelta a la página y no dejar las cosas como negativas únicamente.
  • Aprender a reaprender, a adaptarnos a las situaciones y a ser creativos en la vida.
  • Trabajar el desapego. El apego excesivo hacia otras personas (pareja, padres, hijos) o hacia cosas materiales (dinero, ropa, etc.) nos hace pensar que si alguna de estas cosas falta, no podemos ser felices. Agradezcamos siempre lo que tenemos, y si mañana tenemos menos, agradecer los poco o mucho que seguimos teniendo.
  • Hablar de las pérdidas, y analizar qué palabras utilizamos para expresarnos de algo o de alguien; no ser tan negativos, veamos también lo positivo de las cosas. Por ejemplo, si bien no podemos cambiar la pandemia, sí la manera en que la enfrentamos, nuestra actitud. Esto no significa no reconocer las emociones negativas como el miedo o la angustia, pero no debemos anclarnos a ellos.

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¿Cuándo es momento de concientizar que somos finitos?

Si bien, a medida que pasan los años nos hacemos más conscientes de que la vida es finita (se termina en algún punto), es común que padres decidan ocultar situaciones de pérdidas (sobre todo de seres cercanos) a sus hijos porque no quieren que sufran.

Sin embargo, los duelos deben poder vivirse a cualquier edad. Los niños deben entender que las pérdidas existen, necesitan despedirse y vivir el duelo como cualquier persona. Entender la finitud de la vida no debe limitarse a ninguna edad. Seamos conscientes de ello, no para angustiarnos sino para aprender a vivir más los momentos y a apreciar más lo que tenemos.

Nos sirve también para prever algunas situaciones. Por ejemplo, durante esta pandemia por COVID, si llegáramos a contagiarnos y a requerir hospitalización ¿Qué queremos que se haga? ¿Hasta qué punto desearíamos tener asistencia médica?

LAS VOLUNTADES ANTICIPADAS.

No está demás redactar un testamento de lo que quiero que se haga conmigo ante situaciones extremas en las que ya no podré decidir. Escribir qué me gustaría que ocurriese en casos extremos, si nuestra salud se agravara mucho, ¿Qué tanta asistencia médica queremos recibir? o si perdiéramos la vida ¿deseamos cremación o no cremación?

Actualmente durante la epidemia que existe, busquemos estar activos en casa, cultivar nuestra espiritualidad, mantener la comunicación con los nuestros y desde luego, cuidarnos y cuidar a los demás, para no tener pérdidas prematuras.

No olvidemos que existen líneas de ayuda psicológica para tratar casos de depresión o angustia ante la pandemia.

Ser conscientes de nuestra finitud y estar preparados no significa que seamos pesimistas o fatalistas.

Son acciones que nos ayudan a nosotros mismos y a nuestros seres queridos a sobrellevar mejor una situación difícil, a sanar nuestro interior y nuestras relaciones personales.

Las pérdidas y situaciones adversas en la vida son oportunidades para reconsiderar el perdón y la comunicación con nosotros mismos y con nuestros seres cercanos (hijos, pareja, hermanos, padres, etc.)