Antes, cuidar a un anciano era parte del ciclo de una familia. Las personas envejecían dentro del seno de la familia y morían más jóvenes, por lo tanto, no se les cuidaba por mucho tiempo. Ahora es común que los abuelos vivan solos y que sean más longevos. Además, suelen desarrollar enfermedades crónicas que los hacen más dependientes, por lo cual precisan de mayores cuidados.

Por definición, un cuidador es una persona que asiste o cuida a otra persona que tiene una incapacidad que les impide o dificulta el desarrollo normal de sus actividades diarias. El cuidador es aquel que asea, viste, entretiene, escucha, resuelve los problemas, le da sus medicamentos e incluso le cuida el sueño a la persona que cuida.

Autor: Dr. Juan Pablo Ledesma Heyer, Médico Internista y Geriatra. Imagen de Alterio Felines.

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Índice

Tipos de cuidadores

  • CUIDADOR INFORMAL: Aquellos que no son remunerados, lo hacen por afecto o compromiso, por lo general son familiares o amigos cercanos al paciente. Es muy común que mujeres de mediana edad, hijas o nueras del paciente, realicen esta labor, pudiendo desempeñarse como cuidadoras hasta 24 h al día.
  • CUIDADOR FORMAL: Aquel que sí recibe un pago por los cuidados que brinda, esté o no esté debidamente capacitado para hacerlo.
  • CUIDADOR PROFESIONAL: Ha tomado cursos de gericultismo, enfermería, primeros auxilios o gerontología y está certificada para ofrecer sus cuidados a una persona.
  • CUIDADOR EMPÍRICO: Por necesidad debe hacerse cargo de otra persona, va aprendiendo sobre la marcha, por recomendaciones de otros y por ensayo y error.
  • CUIDADOR PRINCIPAL: El que pasa mayor parte del tiempo con el paciente.
  • CUIDADOR SECUNDARIO: Los que hacen los relevos y cuidan al paciente solo en ciertos periodos de tiempo.

Características que debe tener un buen cuidador

  • Tener vocación sincera de cuidar a alguien.
  • Tener compasión y empatía, sentir por los otros, percibir las necesidades y emociones de la otra persona.
  • Tener paciencia. Saber esperar a una persona de la tercera edad; a ellos les toma mucho más tiempo hacer las cosas.
  • Amor por lo que hacemos para mantenernos motivados.
  • Ausencia del concepto tiempo, el tiempo que estemos con el paciente no estar al pendiente del reloj.
  • Recibir capacitación constante: leer libros para cuidadores, asistir a grupos de apoyo para cuidadores o a cursos para saber cómo cuidar a una persona.
  • Tener autoridad: no permitir comportamientos caprichosos del paciente. Marcar límites en la convivencia con la persona que cuidamos (sin excederse, desde luego).
  • Delegar responsabilidades, repartir la carga entre varias personas cuando es necesario. No olvidar que tenemos límites, no podemos hacer todo y estar en todo.

Regla de oro: Hacer por el paciente sólo aquello que no pueda hacer por sí mismo.

A veces sólo necesitan que le animemos a hacer algo, otras que les mostremos cómo hacerlo y en otras, deberemos hacerlo por ellos. En ese orden siempre.

El cuidador colapsado

Ocurre por un desequilibrio entre las necesidades del paciente y las del cuidador. El cuidador colapsado es aquel que ha sobrepasado sus límites físicos y emocionales por cuidar mucho tiempo a una persona, o aquellos que no están preparados para desempeñar el rol de cuidador y se colapsan en poco tiempo. Un cuidador estable, en cambio, es aquel que ha sabido equilibrar los cuidados a su persona y los cuidados al paciente.

Cuando el cuidador se colapsa puede presentar diversas complicaciones físicas (dolores crónicos, dolores de cabeza, fatiga, acidez, agruras, infecciones de repetición, alteraciones del sueño, entre otras) y emocionales (ansiedad, depresión), así como problemas familiares y laborales (poco rendimiento en el trabajo, ausencias), e incluso puede llegar a morir antes que a la persona que cuida, así sea menor en edad.

Recomendaciones para evitar el colapso del cuidador

  • Saber pedir ayuda cuando se necesita.
    Delegar responsabilidades, compartir la carga de trabajo.
  • Tener paciencia y serenidad hacia el paciente.
  • Alejarnos de las personas que nos dañan física o emocionalmente.
  • No ser cuidadores si no nos sentimos preparados para serlo.
  • Movernos, hacer ejercicio.
  • Cuidar la calidad del sueño, dormir las horas que sentimos necesarias para descansar.
  • Buscar ayuda médica si no podemos resolver la cuestión emocional o física, como el insomnio.
  • Practicar la meditación y hacer oración. Buscar nuestra paz espiritual.
  • Poner límites, no dejar que el cuidado a otra persona nos consuma, debemos buscar estar felices y satisfechos con nuestra vida.

Además, prevenir que el cuidador llegue al punto de colapsarse o se encuentre constantemente estresado o ansioso, evita también el maltrato hacia la persona que cuida.

Es así, que la mitad de los casos de maltrato reportados son de los hijos hacia los padres. Entiéndase maltrato desde tratarles como niños, forzarlos a estar en una sola posición, amenazarles de llevarlos un asilo o ser negligentes hacia la persona que cuidan (no dar bien los alimentos, no asearlos adecuadamente, no llevarles al médico cuando lo necesitan, etc.).

Por último, No olvidemos que los cuidadores también tienen derechos: el derecho a cuidarse a sí mismos, derecho a sentirse mal, cansados y frustrados, y tienen derecho a expresarlo. Al mismo tiempo, se tiene que hacer algo para cambiar esa situación. Un cuidador, así se trate de un hijo o una persona contratada para hacerlo, no tiene por qué llegar al punto de vivir constantemente afectado por la labor que desempeña.

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