Todos hemos sufrido alguna adversidad en la vida: hemos sido víctimas de un desastre natural, víctimas de violencia, hemos sufrido la pérdida de un ser querido, un divorcio, la pérdida de un embarazo o actualmente, con todo lo que ha implicado la pandemia por COVID.
La resiliencia es la capacidad que tenemos para afrontar una adversidad y sobretodo, para recuperarnos de haberla vivido. Puede describirse también como la adaptación positiva a situaciones adversas o la fortaleza que se tiene para lidiar un problema sin dejar de vivir una vida normal. En su origen, la palabra resiliencia significa habilidad para recuperarse, e incluye también un proceso de negociación, de afrontamiento y adaptación a fuentes de estrés o traumáticas que experimentamos en nuestra vida.
Autor: Dr. Juan Pablo Ledesma Heyer, Médico Internista y Geriatra.
Índice
- Vejez y resiliencia
- ¿Cómo son las personas resilientes?
- Evidencia científica sobre la resiliencia
- ¿Cómo mejorar nuestra capacidad de resiliencia?
- ¿Cómo afrontar la pandemia?
Vejez y resiliencia
El envejecimiento es la suma de todos los cambios graduales que ocurren en nuestro organismo por el paso del tiempo y que conducen a un mayor riesgo de vulnerabilidad, perdida de rigor y fuerza así como a un mayor riesgo de enfermedad y muerte. Como no se puede evitar, lo mejor es procurar la mayor calidad de vida posible en esta etapa de la vida. A partir de los 30 años comenzamos a envejecer. Aunque cada órgano envejece en diferente momento, en general, envejecemos a razón de 1% por año, o 10% por década.
El envejecimiento es un fenómeno universal e irreversible, es progresivo, individualizado y heterogéneo. Es decir, ocurre de manera distinta en cada persona y afecta de distinta manera a cada sistema y órgano de nuestro cuerpo.
Se considera que el envejecimiento tiene 4 pilares:
- Lentitud: por ejemplo, para movernos o caminar.
- Rigidez: lo que ocurre con las válvulas cardiacas y otras estructuras del cuerpo.
- Disminución de la función: como ocurre con el funcionamiento renal o pulmonar.
- Adelgazamiento: por ejemplo, con la pérdida muscular.
En la vejez se acumulan las adversidades: es normal que a esa edad se experimenten distintas desgracias como la pérdida de un ser querido, una jubilación anticipada, la aparición de una o varias enfermedades, e incluso el propio miedo a envejecer, afectando nuestra salud emocional. Por lo anterior, ser resilientes es de mayor importancia en esta etapa de la vida si queremos tener una vejez de calidad.
¿Cómo son las personas resilientes?
Las personas resilientes son más positivas, no se enfocan tanto en lo negativo. Para ellos todo es una experiencia útil, practican la gratitud, superan las pérdidas, reflexionan sobre lo que han aprendido de una experiencia adversa. Se enfocan en cualidades y fortalezas personales, no se quejan de sí mismos o de lo que les falta en la vida, se enfocan en lo bueno que tienen. Usan la crítica constructiva hacia ellos para mejorar y desarrollan relaciones cercanas con otras personas.
Son también emocionalmente consientes, conocen sus emociones y analizan su propia conducta. Son amables con ellos mismos y con los demás, les gusta ayudar a los demás. Ponen el ejemplo ante situaciones difíciles o en desgracias comunitarias.
Evidencia científica sobre la resiliencia
CEREBRO Y RESILIENCIA. Se ha demostrado que factores genéticos, el entorno social y características individuales afectan estructuras y circuitos cerebrales implicados en la forma en como las personas enfrentan situaciones de estrés o adversas. Regiones como la amígdala (que tiene que ver con la expresión de emociones) o la corteza prefrontal (implicada en el control emocional) se ven afectadas cuando las personas son menos resilientes.
ESTRÉS Y RESILIENCIA. Un episodio grave en la infancia puede afectar nuestra resiliencia, sobre todo si no tenemos la protección genética, ya que la forma de reaccionar ante las adversidades también puede heredarse de nuestros padres. Aunque el estrés también es necesario para desarrollarnos y mejorar, episodios de estrés excesivo, o estrés crónico, alteran nuestra fisiología aumentando la liberación de hormonas del estrés, esto puede disminuir nuestra capacidad de resiliencia e incluso aumentar el riesgo de demencia cuando nos hacemos mayores.
ENFERMEDADES Y RESILIENCIA: La resiliencia previene que se agraven las enfermedades, mejora la percepción de buena salud y acelera la curación. Proporciona también una vida productiva a pesar de estar enfermos, como ocurre con los paralíticos o cuadrupléjicos, que han sabido adaptarse a su condición física. Asimismo, se ha visto que intervenciones que ayudan a ser más resilientes ayudan a personas enfermas con cáncer de colon terminal a afrontar mejor su enfermedad.
INMUNIDAD Y RESILIENCIA. En general se ha visto que a mayor resiliencia, mejor funciona nuestro sistema inmunológico. Lo contrario también es cierto, ya que hay evidencia de que los procesos inmunes influyen en la resiliencia.
RESILIENCIA Y DEPRESIÓN. La resiliencia es menor en personas que padecen depresión. Se ha observado también que intervenciones para aumentar la resiliencia ayudan a prevenir la depresión así como a promover la recuperación después de un episodio depresivo.
¿Cómo mejorar nuestra capacidad de resiliencia?
La resiliencia es una habilidad que se puede aprender o reforzar a través de nuestra conducta y pensamientos. No es algo que se tiene o no se tiene. Algunas acciones o actitudes que nos ayudan a ser más resilientes son:
- Gratitud. Agradecer aquello que tenemos o hemos vivido
- Creatividad. Cómo nos las ingeniamos para afrontar los problemas o para resolverlos.
- Flexibilidad. Que tanto nos podemos adaptar positivamente a los cambios que ocurren a nuestro alrededor.
- Esperanza. Confiar que las cosas se arreglaran, o que sabremos solucionar los problemas.
- Enfocarnos en las soluciones no en el problema en sí mismo.
- Hacer conexiones sociales con la familia y amistades.
- Aceptar los cambios para poder adaptarnos positivamente.
- Proponernos metas de corto o largo plazo.
- Tomar acciones decisivas para tratar de resolver nuestros problemas, en lugar de ser pasivos y quejarnos.
- Mantener una perspectiva optimista del futuro. Todo tomará su lugar tarde o temprano.
- Cuidarnos física y mentalmente. Hacer actividad física y no olvidar lo que comemos. Está demostrado que la alimentación puede afectar además de nuestra salud física nuestra salud emocional y mental.
- Espiritualidad. Está demostrado que a mayor espiritualidad más resilientes podemos ser.
- Buscar ayuda. No temer a buscar grupos de ayuda o terapia psicológica, por ejemplo, terapia cognitivo-conductual, si nos está costando trabajo salir de un problema o estado emocional.
¿Cómo afrontar la pandemia?
En la situación actual, el aislamiento, el miedo a contagiarse o la pérdida de un ser querido por COVID pueden alterar significativamente nuestra salud y bienestar emocional. Para afrontar positivamente esta pandemia se recomienda lo siguiente:
- Tratar de que nuestra vida sea lo más similar posible a la que teníamos considerando las medidas sanitarias sugeridas para evitar el contagio.
- Procurar actividades en casa y una rutina del día, ser creativos y productivos.
- Salir sí, pero a lugares abiertos y ventilados sin multitud de gente
- Mantener la esperanza. Recordemos que tarde o temprano va a terminar esta situación.
Para terminar, un ejercicio práctico:
- Escoger un momento de adversidad de nuestra vida
- Reconocer las emociones que sentimos por ese evento
- Hacer un acto de gratitud por ese evento
Seguir además estos pasos: entender que las cosas pasan porque todos estamos expuestos al sufrimiento y adversidades, enfocarnos en lo que sí podemos cambiar y en nuestra reacción ¿nos ayuda o no para afrontar el problema? Practicar esto nos ayudará a ser más resilientes con el tiempo.